AC/DC – ESTADIO VICENTE CALDERÓN, MADRID – 31 y 02/06/2015
“Los mejores 90 pavos de mi vida”
No es que la vida del joven seguidor de AC/DC que teníamos a nuestra vera fuese muy longeva, pero incluso así, tantas veces repetiría la misma frase abrazado a sus amigos durante las dos horas exactas que los australianos estuvieron deleitándonos con su mastodóntica ostentación de hasta donde puede llegar el poderío orgiástico del Rock, que dudo mucho que pase poco tiempo antes de que este entusiasmado chaval vuelva a repetir dicha frase.
Y así es y así fue. La fiesta rockera más excelsa y excesiva que se pueda organizar a día de hoy en el Planeta Tierra es una poderosísima franquicia en propiedad de unos AC/DC que, incluso en el ocaso cronológico de su carrera, son capaces de deleitar a más de 100.000 madrileños en dos días alternos a base de una ristra de clásicos, algún que otro tema nuevo colado con calzador y una potencia lumínica, pirotécnica y mecánica de absoluta antología y, casi me atrevería a decir, que de auténtico record.
Muchas son las cuentas que uno es capaz de hacer mientras se encuentra a la espera de un espectáculo de estas características (todas acaban en mareantes y ridículas cifras de dinero), incluso a pensar todo lo que se podría llegar a pagar una banda de a pie con lo que los australianos facturan en unos instantes a base de simples cuernos luminosos de feria, pero cualquier consideración se desvanece cuando un sexagenario Angus Young corretea, salta y se deja el alma con su inseparable vestimenta de colegial y su mágica Gibson, derrochando litros de sudor en cada canción y embrujando a más de 50.000 almas con esos dos simples pasos que ya son una de las poses más antológicas de la historia del Rock.
Es, precisamente en ese instante, en el que un concierto de AC/DC se convierte en algo más que un evento por el que el rockero de palo de turno presume de haber presenciado a golpe de talón. Se convierte en un momento inolvidable para la retina del ojo que lo ve y lo siente, en la envidia de todo aquel que se escuda en su inquebrantable apoyo a la escena underground para ser capaz de sobrellevar el hecho de no haber podido estar ahí, donde todos querríamos estar, lo reconozcamos o no.
Pero, momentos antes de que todo esto tuviera lugar, además tuvimos la oportunidad de descubrir a una banda absolutamente asombrosa. Desde Los Angeles, California, VINTAGE TROUBLE sorprendieron a más de uno a golpe de un sonido realmente auténtico, directamente sacado del blues de los 50 y 60 con el impulso voltaico de la época en la que vivimos, deslumbrando, sobre todo, de manos de un brillante y sonriente Ty Tylor, que acabaría su concierto lanzándose al respetable para surfear sobre la audiencia mientras no dejaba de cantar y animar el cotarro. Sorprendente actuación de la que un servidor no se va a olvidar por mucho que lo que viniera a continuación fuese absolutamente abrumador.
Con un pequeño retraso de 5 minutos, el espectáculo de la que es, a día de hoy, la mayor banda de rock de la historia, saldría a escena tras una espectacular intro a la que el público respondería enfervorecido con las primeras y reconocibles notas de su nuevo single “Rock Or Bust”. A partir de ese mismo instante Angus Young sería la guía de una banda que sostienen, a nivel escénico, tanto el como un más comedido Brian Johnson (no obstante son 67 tacos los que calza el vocalista ya…) que, a pesar de no mostrarse especialmente comunicativo con el público de Madrid, si que se mostraría muy gesticulador y a la altura de las excelsas circunstancias.
“Shoot To Thrill”, “Hell Ain’t A Bad Place To Be”, una gloriosa “Back in Black”, la nueva “Play Ball” y “Dirty Deeds Done Dirt Cheap”, fueron poniendo cada ve más caliente y destado un Estadio Vicente Calderón que ofrecía una imagen asombrosa a la luz del inmaculado y potentísimo juego de luces con el que los australianos decorarían cada uno de los temas de la noche.
Cerrada ya del todo la noche sobre Madrid “Thunderstruck”, “High Voltage”, “Rock n’ Roll Train” y “Hells Bells”, con la eterna campana repicando sobre el escenario, lucirían y sonarían absolutamente asombrosas, muy bien afianzadas por el eterno poderío rítmico de Cliff Williams que parece haberse entendido a la perfección con el recuperado Chris Slade tras la obligada y problemática ausencia de Phil Rudd y Stevie Young, ocupando la misma pose y situación que su tío Malcom.
El mar de cuernos luminosos seguiría rendido al espectáculo contando cada uno de los temas como un momento único en sus vidas: “Baptism By Fire”, “You Shook Me All Night Long”, “Sin City”, “Shot Down in Flames”, “Have a Drink on Me”, “T.N.T.”, todos ellos, y en especial aquellos más míticos e históricos, representarían momentos de abrazos entre amigos, exaltación de la felicidad y energía desatada hacia el cielo de Madrid en forma de cuernos y palmas, la única manera de expresar y reconocer el majestuoso concierto que AC/DC, en especial en la piel de Angus Young, ofrecieron en Madrid el pasado 2 de Junio.
Una divertida “Whole Lotta Rosie” daría paso a ese momento absolutamente orgásmico en el que Angus Young, en la recta final de “Let There Be Rock” comienza un solo de guitarra absolutamente interminable que va llevándole de plataforma en plataforma, subiéndolo a las alturas de Madrid para después caer al suelo y rodar entre el sonido atronador de su guitarra y la electricidad de sus movimientos sobre el escenario… Una escena que todo el mundo debería ver, al menos, una vez en su vida.
Bises finales para, como no podía ser de otra forma, un “Highway To Hell” que hizo suyo todo Madrid y un “For Those About To Rock (We Salute You)” que vendría a hacer las veces de final de orgasmo musical y visual que se extendería al cielo madrileño acompañado de fuegos artificiales, cañonazos y 50.000 gargantas dejándose las cuerdas vocales en los estertores del concierto de sus vidas.
Absolutamente antológico.